No soy el cuerpo
Uno de los más importantes artículos publicados en el Club de los Onironautas ha sido, sin duda, el titulado "no somos los pensamientos". Al menos, así lo considero personalmente puesto que su adecuada comprensión nos sitúa en una buena posición para llegar a percibir de una manera más clara lo que somos.
Sin embargo, es obvio que cometimos un error por omisión al tratar directamente ese asunto sin, previamente, haber considerado cuál es nuestra relación con el cuerpo físico.
Posiblemente fue debido a que para nosotros resultaba demasiado evidente. Si podemos "salir y entrar" de nuestro cuerpo voluntariamente, parecía bastante claro que "no somos el cuerpo".
Desde el principio nos resultaba incuestionable: el cuerpo físico es perfectamente comparable a un automóvil. Sirve para movernos y expresarnos en la dimensión física. Con él nos movemos y expresamos en un mundo físico. Diariamente lo dejamos aparcado y nos movemos en una "realidad" mucho más amplia y profunda. Ese es nuestro punto de vista.
Así que debo subrayar de una manera más obvia esta idea: "no somos el cuerpo".
Si os dedicais a reflexionar sobre ello os surgiran muchas preguntas. No soy especialmente aficionado a realizar análisis intelectuales pues valoro mucho más la experiencia directa, sin palabras (sin pensamientos); la percepción directa de un asunto. Ya sabeis, el pensamiento me parece algo demasiado simple y limitado aunque, reconozco, la mayoría de las personas tienden a considerar el pensar como la cima del conocimiento. Eso hace que tenga que remitiros una y otra vez a la cuestión "no somos los pensamientos". Aunque tampoco aspiro a convencer a nadie. Las cosas son como son y cada cual es libre de enfocar su vida como le venga en gana.
La primera y más habitual cuestión que suele plantear alguien habituado a intentar dilucidar la realidad a base de pensar, en relación a esta afirmación de "no soy el cuerpo" es que si creyéramos eso abandonaríamos el cuidado del cuerpo. Es demasiado simple. La mayoría de la gente está perfectamente apegada a su cuerpo y, sin embargo, observamos todo tipo de relaciones en este sentido. Hay gente que vive para cuidar su cuerpo y gente que lo deja estropearse lamentablemente. Hay de todo aún cuando siguen suponiendo sin sombra de duda que "son el cuerpo".
No hace falta creer que somos el automóvil que poseemos para cuidarlo mejor o peor. Personalmente me gusta estudiar el cuerpo físico. Por eso elegí estudiar medicina y cirugía. De hecho, me agradó tanto conocer su asombroso funcionamiento que gran parte de mi deambular profesional por el mundo se ha centrado en la bioquímica del envejecimiento porque nunca consideré "normal" el declive físico y mental que de forma tan irreflexiva asociamos a la edad. Y, a pesar de eso, considero sin sombra de duda que no soy el cuerpo.
Cuando llegamos a comprenderlo nos encontramos en una situación particularmente interesante: desaparece el miedo atroz que nos paraliza. La identificación con el cuerpo físico genera un miedo inaudito a perderlo. Comprender que no somos el cuerpo nos libera de esa esclavitud. Podemos cuidarlo, de la misma forma que podemos cuidar nuestro automóvil pero no sentimos un miedo insoportable al plantearnos que podemos perderlo.
No gano ni pierdo nada al tener o no tener un cuerpo. No soy el cuerpo.
Si me preguntais: entonces ¿qué somos?, no podría responderos de forma concreta. No me es posible explicarlo de una forma satisfactoria con palabras. Tal vez no existan las palabras adecuadas en el idioma que compartimos.
Pero puedo deciros que el descubrimiento de nuestra realidad se funda de manera muy obvia en descubrir lo que no somos. Puedo tratar de explicaros lo que no somos. Es más, podeis descubrir con relativa facilidad lo que no sois. Lo que queda es lo que sois.
Espero haberos dado una idea importante para vuestras vidas.
Y si no, no importa, seguireis aquí, dedicando vuestras vidas a descubrir algo auténtico.
Lo que no deja de ser interesante.
Sin embargo, es obvio que cometimos un error por omisión al tratar directamente ese asunto sin, previamente, haber considerado cuál es nuestra relación con el cuerpo físico.
Posiblemente fue debido a que para nosotros resultaba demasiado evidente. Si podemos "salir y entrar" de nuestro cuerpo voluntariamente, parecía bastante claro que "no somos el cuerpo".
Desde el principio nos resultaba incuestionable: el cuerpo físico es perfectamente comparable a un automóvil. Sirve para movernos y expresarnos en la dimensión física. Con él nos movemos y expresamos en un mundo físico. Diariamente lo dejamos aparcado y nos movemos en una "realidad" mucho más amplia y profunda. Ese es nuestro punto de vista.
Así que debo subrayar de una manera más obvia esta idea: "no somos el cuerpo".
Si os dedicais a reflexionar sobre ello os surgiran muchas preguntas. No soy especialmente aficionado a realizar análisis intelectuales pues valoro mucho más la experiencia directa, sin palabras (sin pensamientos); la percepción directa de un asunto. Ya sabeis, el pensamiento me parece algo demasiado simple y limitado aunque, reconozco, la mayoría de las personas tienden a considerar el pensar como la cima del conocimiento. Eso hace que tenga que remitiros una y otra vez a la cuestión "no somos los pensamientos". Aunque tampoco aspiro a convencer a nadie. Las cosas son como son y cada cual es libre de enfocar su vida como le venga en gana.
La primera y más habitual cuestión que suele plantear alguien habituado a intentar dilucidar la realidad a base de pensar, en relación a esta afirmación de "no soy el cuerpo" es que si creyéramos eso abandonaríamos el cuidado del cuerpo. Es demasiado simple. La mayoría de la gente está perfectamente apegada a su cuerpo y, sin embargo, observamos todo tipo de relaciones en este sentido. Hay gente que vive para cuidar su cuerpo y gente que lo deja estropearse lamentablemente. Hay de todo aún cuando siguen suponiendo sin sombra de duda que "son el cuerpo".
No hace falta creer que somos el automóvil que poseemos para cuidarlo mejor o peor. Personalmente me gusta estudiar el cuerpo físico. Por eso elegí estudiar medicina y cirugía. De hecho, me agradó tanto conocer su asombroso funcionamiento que gran parte de mi deambular profesional por el mundo se ha centrado en la bioquímica del envejecimiento porque nunca consideré "normal" el declive físico y mental que de forma tan irreflexiva asociamos a la edad. Y, a pesar de eso, considero sin sombra de duda que no soy el cuerpo.
Cuando llegamos a comprenderlo nos encontramos en una situación particularmente interesante: desaparece el miedo atroz que nos paraliza. La identificación con el cuerpo físico genera un miedo inaudito a perderlo. Comprender que no somos el cuerpo nos libera de esa esclavitud. Podemos cuidarlo, de la misma forma que podemos cuidar nuestro automóvil pero no sentimos un miedo insoportable al plantearnos que podemos perderlo.
No gano ni pierdo nada al tener o no tener un cuerpo. No soy el cuerpo.
Si me preguntais: entonces ¿qué somos?, no podría responderos de forma concreta. No me es posible explicarlo de una forma satisfactoria con palabras. Tal vez no existan las palabras adecuadas en el idioma que compartimos.
Pero puedo deciros que el descubrimiento de nuestra realidad se funda de manera muy obvia en descubrir lo que no somos. Puedo tratar de explicaros lo que no somos. Es más, podeis descubrir con relativa facilidad lo que no sois. Lo que queda es lo que sois.
Espero haberos dado una idea importante para vuestras vidas.
Y si no, no importa, seguireis aquí, dedicando vuestras vidas a descubrir algo auténtico.
Lo que no deja de ser interesante.
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